niebla



por acá se escucha



dónde vas a encontrar
una música igual
a la que perdiste

si el día que pasó
es otra oportunidad
que ya no viste

el calor que tenés
es extraño, sabés
afuera hace frío

y no hablo de mí
hablo de lo que viene
a quedarse con vos
como el viento que arranca
las flores que duermen

cada vez que decís no podré
hay una estrella fugaz
que decide quedarse

y uno que no la ve
y otra que se quedó
sin saber la verdad
y así la realidad
queda viuda de amores

el invierno es la señal
y a cada minuto grita más

¡estás soñando y no lo ves!
cuento hasta tres
y te despertás.

fragmento de conversación telefónica





Hoy estamos todos
te digo a los que veo desde acá:
el coral, mi querido querubín
el pavo real que se inclina cortésmente burlándose de los espectadores de su trasero lleno de párpados
el ejército, reunido como por primera vez, todos de uniforme, todos de gala, con los ojitos vidriosos
la vecina entusiasta, o como le digo yo “el resorte”, porque por algún misterio su energía positiva siempre me propulsa hacia la profundidad de mi colchón enlutado
la nube que aquella vez me dejó recordarte con luz artificial
todas (pero todas) las espinas de pescado que me clavé en el paladar en años de sobreictícola esfuerzo
mis amigos, los fantasmas nocturnos, pobres, compañeros de tantos silencios posllanto en los que intentaban distraerme con tremendas estupideces, y lo lograban, y me dolía, y cómo los fui empezando a querer
el infaltable mendigo de caricias, el osito de peluche que carga conmigo desde que nací
la majestuosa Lady Baguette, con su intachable sentido de la frivolidad, y esos vuelos de peinado siempre más ridículos que nunca
¡uh, qué sorpresa, mirá quién vino! Ah… pero esto no me lo esperaba: ¡¡el tiempo perdido!!

Sí, muchachos, sigan pasando, no por favor, pasen nomás…
así que vino, che, y desde tan lejos, se jugó.

No, la cosa fue así: yo estaba acá tomando unos mates conmigo
y de repente –no sé de qué estábamos hablando– salió el tema:
¿che, te acordás?
Asentí por cortesía mientras procesaba los sonidos en mi cerebro
después reaccioné: miré por la ventana, ese cielo nubarroso
y me dije, como repitiéndome “te acordás”
y ahí nomás empezó la charla, segundo a segundo más encendida
y empezaron a surgir los nombres, como brotando de la tierra
todos embarrados y llenos de trozos de ladrillos y vajillas sepultadas
y fue como una ola arcoírica abriéndose poco a poco hacia las alturas, y nos arrastraba,
y de pronto tocó la cima, embarbó la espuma, y se lanzó hacia el horizonte a toda velocidad y a todo color
ay, era el frío y el calor, era propiamente el verano
y chau, alguno de los dos cazó el teléfono y empezó a marcar.

“¡Hooola, cómo andás!” escuchaba yo cada dos por tres por el tubo, tras la tela de gasa (o de araña, yo no entiendo mucho de electrónica) que separaba las voces en el teléfono
y era unánime la respuesta “¡¿Qué mañana?! ¡Ahora mismo salgo para allá!” con vinos prometidos, sánguches y regalitos postergados que habían quedado en algún cajón
y bueno, por supuesto la espera que no es espera, que es exactamente el enemigo del esperar, la ansiedad efervescente que se quiere salir por la boca y es frenada por las fuerzas de seguridad, generando un corte de tránsito a la altura de la garganta.

Y al rato ya estaban llegando, pero obviamente algunos a su vez llamaron a otros, porque llegaban más y más y en todo el barrio se escuchaban los “hooola”, los “qué hacéeee”, las risas agudas de todo viejo amigo con cierto nivel de canas, los bocinazos de los que no pueden esperar a que el motor frene, los cantos improvisados a la vieja usanza
y nunca pero nunca dice ausente el “¡aaaaaahhhh!” general ante la repentina frase del día, cuyo autor gana en mejillas lo que ha perdido en dignidad.

Y acá estamos, ¿qué puedo decir yo de todo esto? Me ha excedido
si te digo que hace cuatro horas ni soñaba con un reencuentro así
en esta vieja casa que no volví a pintar nunca, te lo juro
que tiene la misma chimenea inútil, el mismo cielo de tristeza y soledad
pero que no puede contener los bríos de una fiesta, bah, de una reunión... que es una fiesta.
Es como si fuera el primer día, quién pensaría que...
¡¡están todos!! No entiendo si soy feliz o un hombre o si estoy muerto, o si perdí el conocimiento tras el último espasmo, pero no me importa en absoluto,
porque por ejemplo mirá quién vino:
¡Tom el alguacil! ¡Viejo canalla, dónde anduviste tanto tiempo! ¡ja ja!
ríos de tinta, ay, ustedes sí que son amigos del alma, pónganse cómodos pero no me manchen a la gente, por favor
y mis infernales piojos, roedores salvajes, chistones inquietos, ¿también a ustedes los extrañaba?
mis héroes, los bienhechores, ¡abrazados a mis archienemigos! Ya están borrachos ustedes, je je
vos sos… no… ¿vos sos el pájaro que me cagaba siempre la ventana? ¿Cómo andás, atorrante? Vení, pasá que estamos todos.

No, ya sé igual que vos no vas a venir, ni te lo iba a decir
es obvio que es tarde y estás lejos y todo
y claro, lo que hablamos de que nunca más, por eso
pero nada más te quería contar, porque de pronto se me hizo tan lindo esto
y a veces es tan necesario compartir con alguien un momento así
pese a cualquier cosa, que le hice un tajito al contrato y te llamé.
No, todo bien.

Así es che, todos todos. Increíble la alegría que nos damos entre borbotones de lágrimas, miralo a Betunazo cómo llora, mi amor, perrito lindo.
Es obvio que es por hoy y que como mucho a la mañana se van, y yo me quedo
tan obvio como que mañana yo no estoy acá, se queda el que estoy naciendo, en una cuna llena de amor, de cálida amargura
mecido por todos y cada uno de los presentes que me van a reclamar para tenerme en brazos, un ratito aunque sea, pero cuidado con la cabeza, sostenela con la mano
y que por supuesto estaré solo, pero adiviná qué
acaban de decidir en eufórica y dudosa asamblea
que van a pintarme toda la casa y acomodarla de arriba a abajo
y ya mismo se pusieron a hacerlo, si los vieras, todos de un lado para el otro, corriendo muebles, llevando escobas, volcando baldes
y cantando entre todos, no sabés qué lindo.

formas de pedir



Hola... ho... hola, ¿me escuchás? Hola, ¿ahí? Hola, no, te quería... hola... te quería pedir perdón por lo de... no, pará, en serio te quiero pedir perdón... No, lo que pasó ayer pasó, ya sé, y lo que dijimos lo dijimos, pero la vida sigue y... Bueno, che, te llamé yo, ¿me vas a dejar hablar? Si no cortamos y ya está... No, pará, no cuelgues, escuchame un poco, por favor, ¿dale? Te agradezco muchísimo. Bueno: yo sé que parece siempre la misma película, y capaz que es cierto, que es siempre la misma película, puede ser. Pero en todo caso, ¿esto es el nudo de la película? ¿Ésta es la gran trama, la gran cosa, lo que nos tiene que importar de la película? ¿Acaso es el final de la película? Yo creo que no, y yo quiero que no. ¿Está bien? No, no es todo lo que iba a decir, ¿por qué no me dejás hablar, negra? Si yo quiero arreglar las cosas acá... Negra, ¿hace cuánto nos conocemos vos y yo? ¿Mil años? ¿Dos mil? Ah, bueno. No, porque hablás como si me conocieras de ayer nomás... Claro, está bien, pero resulta que vos sos mi vida, entonces... Viste que uno a veces se puede lastimar a sí mismo y muy fiero, pero eso no quiere decir que uno no se quiera ni que uno no quiera estar bien, ¡uno quiere estar bien, pero a veces se equivoca! ¿Te acordás cuando éramos chicos, que me tiré del carro, adónde íbamos? Cierto, íbamos a los torneos infantiles, en Roma, y vos me habías llenado la cabeza con que era en el circo y los nenes teníamos que competir con los leones. ¡No había dormido en toda la noche del cagazo! Entonces lo mejor que se me ocurrió fue eso, escaparme de ese miedo de un salto, sabiendo que atrás venían más caballos y me iban a arrollar... Bueno, a lo que iba es a que uno se puede equivocar así y lastimarse, pero si uno no se perdona... Tenés razón. En eso tenés razón. Pero lo que yo te quiero pedir es que pongas un poco las cosas en perspectiva. Lo que pasó ayer pasó, y sí, no era la primera vez, me acuerdo perfectamente la primera vez porque fue exactamente el mismo día que empezó la cuarentena general por la peste. No, ésa no, ¡mucho después fue! La negra digo yo... la jodida. Pasó lo que pasó a la mañana y a la tarde ya estábamos encerrados en la casa, que en ese momento era “la nueva casa”... te acordás... ahí hicimos el amor por primera vez, después de tanto, tanto, pero tanto tiempo. Es que ahí sí creíamos que nos íbamos, era el final final. Y sin embargo, acá nos ves, yo el mismo tarado, vos la misma luz... no, pero si es así, y siempre te dije que es así, eso no me lo podés negar. Esto lo tenemos que superar, negra, si ya las pasamos todas, lo que no quiero es que pase como cuando por culpa de ya no sé qué te quisiste cruzar el Atlántico sola, y lo único que me quedaba era mandarte cartas infinitas con i de infierno que no sabía si te llegaban y cuándo y era vivir como tirado por cadenas para atrás, en la espera eterna, queriendo salir de un raje adonde fuera que me dijeran tu nombre, y era obvio que iba a pasar, que en algún momento un barco se iba a hundir con la carta en la que vos me estabas avisando que ahora te tenía que escribir a pero yo justo había tenido que, y fueron décadas y décadas de morirme despierto, negra, no quiero nunca más un desencuentro como ése, y ahora cada vez que nos pasa esto a mí me agarra la desesperación de que nos separemos de nuevo así, me quedó en el alma una de esas cicatrices que con el frío te vuelven a doler, ¿viste? ¿Hola? ¿Me escuchás? Hola... ho, hooola, que no se corte, por favor negrita, ¡hola! ¿Ahí me escuchás? Uf, celulares de mierda, ¡te quiero ver! Por lo menos con las cartas se leía todo, ¿no? Si llegaba, se leía todo, y estaba todo ahí, escrito, imborrable. ¿Vos tenés todavía esa carta, de cuando te encontré? Que casi no la mando, porque ya estaba tomándome el tren con una valija llena de nada, con lo que encontré a mano en cuanto me convencí de que era cierto... pero claro, ¡qué tren si trenes no había todavía! Claro, no se había inventado... qué bárbaro, entonces fue un carruaje lo que fui a buscar, estaba enardecido, adrenalina pura, era un caballo corriendo porque atrás se le desmorona el mundo... pero antes de salir, te escribí esa carta. Con el fuego subiendo. Se incendiaba la casa, el fuego trepaba mueble por mueble, y yo escribía. La casa era mi pecho. El fuego era este mismo que nunca se apagó, negra, el que me dice que te quiere ver ya y que cuánto más, y que estamos en la misma, con un celular o con una carta o con señales de humo estamos siempre lejos vos y yo, eso siento ahora... y si la culpa la tengo yo, si querés me corto las venas, y que venga de nuevo el cura aquél que me hizo encerrar en ese loquero de mierda, y fui yo el que lo tuvo que cuidar cuando el tipo era tan viejo que no se podía ni limpiar la mierda del culo, y yo esperando todavía para salir de ahí y volver a verte, y vos que debías estar viviendo tantas cosas, conociendo tantos amores que yo... Es larga la vida, negra. Yo me cansé de todo. Me cansé y me volví a emocionar y me volví a cansar otra vez. Todo. Pero si hay algo que sigo queriendo como si fuera un nene romano en penitencia porque besó a un esclavo... ¿te acordás? (risas) Si hay algo que me hace seguir siendo ese nene, después de todas estas vueltas, con esta mochila encima del alma, si hay algo sos vos, negra, y son las ganas de verte. Vos anulás los siglos, anulás las penas, las muertes, esta soledad de ser la piedra que mira el río, negra, ¿a cuántos amores habremos visto morir a esta altura? ¿Hace cuánto dejamos de contarlos? Esto podría haber vencido a cualquiera, debe haber vencido a muchos, quién sabe, pero ¿yo? Yo sé por qué me la banqué, por qué me banqué ese loquero que parecía un campo de pruebas para pensar bien cómo hacer la Inquisición después, y sé por qué me banqué ese siglo entero de esclavo en esa tierra de salvajes, cuando tuve que matar al hijo de puta que te había violado en Ravenna y me tuve que rajar y toda la historia, esos años sí que los conté, negra, fueron ciento catorce años laburando una huerta de mierda al borde del Báltico y encima sin saber qué había sido de vos, si estabas bien, si habías leído la carta, ja, otra vez la carta, que te había dejado en la tortuguita de cuando éramos chicos, la de mamá... Sabés qué loco, el otro día, no te lo conté esto, me había olvidado por completo, pero... Estaba en un hotel con la televisión prendida, y pasaban uno de esos subgéneros del noticiero que son los programas “de divulgación científica”, ¿viste?, y el tema era “Roma antigua”, ja, para cantarse un tango, ¿no? Bueno, estaban hablando de no sé qué excavaciones por España, y adiviná la tortuguita que mostraron en cámara, exhumada en la región de no sé dónde... ¿me escuchás? ¿Hola? ¿Estás ahí? ¡Hace cuánto que estoy hablando solo, la puta madre! (silencio) Bueno, le escribo un texto ya... Menú... Mensaje nuevo... Añadir destinatario: Negra.

músicos

para ver: músicos (por Surea)


los músicos son profetas del misterio
de aquella fuerza motriz de las cosas
que no se alcanza a envolver con palabras

los músicos son aventureros del buscar
a través de vibraciones
que traman texturas
como si el silencio fuera un desierto
la arena los sonidos
y los músicos jinetes del viento
cabalgando el impulso del ser
y cargándolo de arena en impetuoso malón
hasta que la muerte vuelva a besarla
en el inexorable suelo del callar

los músicos buscan todo el tiempo portales
transmutaciones, epilepsias, tormenta
y no saben que son ellos el portal
el portal es tener la llave
verlo es cruzar
¿qué se escucha del otro lado?
sólo el que cruza lo sabe

pero los músicos te invitan a seguirlos
los músicos son profetas
porque profesan
y su fe es más profesión que profecía
es de ésas que se cumplen a sí mismas
como paradojas pero al revés
así son las profecías del ser

el mundo
¿fue hecho para los músicos
o para las cadenas?
parece chico para los dos
y el tiempo parece poco
así que los músicos parten
de su tierra primera
se suben a un viejo colectivo
y se lanzan a las rutas
hacia nuevas ciudades
a esparcir su canto
hasta el último confín de sus cuerpos
a transformarla en rito y medicina
a entremezclarla
en la extasiante promiscuidad
de la belleza
ese estado trascendental del espíritu
que se multiplica
y así persiste
al que los músicos son tan adictos

como viaja el sonido
el músico viaja
los músicos se encuentran
los músicos zarpan
la travesía es la música
vení, viajá
no te lo pierdas
dicen los músicos
y sonríen
paradojas al revés.



Viedma, 22-I-2013



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